viernes, 17 de agosto de 2012

Los albañiles

Después de levantar sacos y botes, revolver arena con la pala, subir ladrillos, el cuerpo les exige descanso. Es viernes. Chucho y Poncho guardan las herramientas. En la parte alta de la construcción se cambian de ropa. En silencio, Chucho se quita la playera llena de mezcla, la dobla y guarda en un rincón; Poncho se acerca, lo suficiente para clavarle la hebilla en la espalda. No se pronuncian palabras. Cucho se endereza, y cierra los ojos. Poncho baja sus manos hasta desabotonar el pantalón también lleno de cemento. Es viernes.

Sin preocupación uno come del otro; se besan y se desean; nada les importa. Desnudos, sus cuerpos muestran marcas que no se pueden ver. Poncho tiene en su pierna derecha la marca de una caída desde un andamio; Chucho dibujó sobre su espalda dos alas de ángel, y en su vientre una frase que no se puede entender; Poncho reescribe las palabras con su dedo índice. El enjarre aún está fresco; Chucho y Poncho, sudados.

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