lunes, 11 de junio de 2012

La selva

Antonio estaba de pie, frente a la cama; enmudeció. Patricia -desnuda, sentada en la cama, con las piernas abiertas, y apoyándose en sus brazos extendidos- lo miraba a los ojos. Antonio se puso de rodillas y se acercó a ella, a su sexo. Como un explorador que ha encontrado una tierra desconocida, Antonio contempló esa selva; una selva espesa que mantiene su vegetación intacta. Antonio se acercó un poco más. No aguantó la tentación y quiso descubrir qué escondía ese sitio. Estiró la mano y muy despacio pasó el umbral. Patricia se limitó a apretar los dedos de los pies. Él ahora quería probar sus frutos; se agachó y se acercó; la probó. Ella se acostó y se tocó los pezones; la selva se había rendido ante el explorador, pero él continuaba ansioso, registrando cada movimiento. Erecto, se acomodó sobre Patricia y realizó la exploración final; la profunda, la que ha turbado la tranquilidad de aquel lugar. El inicio fue despacio pero después se tornó más violento; Antonio ahora conoce el territorio. La selva ha sido descubierta.

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